[Traducción al español, SMValls.]
OLIVIER REY, Qué habría pensado Simone Weil de la encíclica Laudato Sí , Cahiers Simone Weil, ÉCONOMIE, ÉCOLOGIE, CIRITQUE DE CAPTALISM CHEZ SIMONE WEIL, III, TOME XXXX –No. 1, Mars 2017 (pp 17-32, Revue trimestrielle publiée par l’Association pour l’étude d la pensée de Simone Weil, Paris.)
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Comencemos por algunos elementos problemáticos. Simone Weil siempre se ha expresado en sus escritos en un lenguaje tan desprovisto de afectación como preciso en los términos empleados. Si se estima, como hizo ella, que “ahí donde hay un grave error de vocabulario, es difícil que no haya un grave error de pensamiento” ( “La persona y lo sagrado”, Escritos de Londres, p. 11, de la edición francesa) no se puede sino sentir cierto malestar ante la constatación del uso repetido de ciertos vocablos a lo largo de la encíclica. Así la palabra “planeta”. Planês, planêtos, en griego, es un adjetivo que significa “errante”, “vagabundo”: los planetas asteres, en griego, siendo un adjetivo que significa “errante”, “vagabundo”; los planetas asteres son así los astros errantes –sentido retomado tal cual en latín. De lo cual resulta que la tierra no se ha convertido en planeta sino hasta sucedido el advenimiento del sistema de Copérnico. Y lo que es más, no se ha convertido en tal sino como objeto de la astronomía. Designar a la tierra por medio de la palabra planeta, es como si se adoptara para hablar del ser humano la apelación homo sapiens de la biología moderna. A quienes sostendrían que tierra y planeta resultan ser la misma cosa, basta con pensar en la cántica de san Francisco cuyas primeras palabras le otorgan su nombre a la encíclica. San Francisco lauda a “la hermana nuestra madre tierra”. Palabras inspiradas que, de reemplazarse “tierra” por planeta, resultarían absurdas. Hacia el final de su vida, a Iván Illich se le oía expresarse contra tantas referencias compulsivas al planeta. “La tierra es algo que se puede sentir, decía, que se puede saborear. Yo no vivo sobre un planeta. [Siguiendo aquí Olivier REY las entrevistas de David Cayley con Iván Illich, en traducción al francés.] El planeta es la tierra vista desde el exterior, la tierra desde el punto de vista del astronauta, lo cual refuerza la idea de que dicha tierra sería una entidad manipulable en su totalidad. Siendo que la totalidad de la encíclica va en dirección contraria a esta idea, puede verse que se trata en efecto de una asunto de vocabulario –algo a lo cual Simone Weil habría permanecido sensible. Siendo éste el caso, habría que determinar en cuál lengua habría ella leído la encíclica. Ésta, para comenzar, ha sido escrita en español antes de pasar a ser traducida a las distintas lenguas, entre éstas, al latín. Y en latín, la tradición resiste: la tierra no se ha convertido en planetes o planetae pues sigue siendo orbis terrarum. Aunque es cierto que pronto, en Francia, conforme a los deseos de nuestros dirigentes, el latín habrá pasado a ser una lengua no sólo muerta, sino también definitivamente enterrada –o, como quizá habría que decir para entonces, emplanetada.
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